Tras dos décadas de abnegada labor, Margoth Villavicencio fue despedida. Lloró un día entero, al siguiente se levantó e inició su propia empresa. Casi no tenía recursos, le sobraba compromiso
Por Antonio Orjeda
Profesionales de Representación Compra y Venta, Prorecove. Tras años de resistencia y crecimiento, Margoth Villavicencio creyó que era hora de cambiarle de nombre a su empresa. Buscar uno más atractivo. Sus clientes se lo impidieron, la marca de la comercializadora de materiales de construcción que inició en su departamento, significaba mucho para ellos. Para ella, también. Ellos, entonces no eran más que pequeños compradores de fierro a los que SiderPerú ninguneaba. Ella los convirtió en clientes A1. Eso no se olvida.
Fue empleada de una empresa estatal por 20 años.
Trabajé en SiderPerú, viendo la programación de pedidos de los clientes.
¿Qué tan buena empleada era?
Era muy exigente con mi empleador; y sentía que, pese a mi trabajo, no era reconocida.
Trabajaba más de 12 horas al día.
Y tenía un sueldo muy pequeño. Igual, me esforzaba.
En los 90, cuando arrancó la privatización de SiderPerú, tenía claro que su esposo -que trabajaba en Mantenimiento- sería despedido pero usted no. Precisamente, por su grado de compromiso con la empresa.
Creía que era la empleada ideal, ¡porque atraía clientes! No solo por mi trato, sino por el uso de técnicas de venta.
Pese a ello, el 25 de julio de 1994…
Me despidieron.
¿Lo recuerda?
Estaba en la oficina, ¡sabíamos que había una lista de despidos! Me sentía preocupada. “Qué pena, a cuánta gente irán a despedir”. ¡Te juro que pensaba así! Y de pronto, me llaman. Me acerqué y me entregaron mi carta de renuncia. ¡Me acuerdo clarito! “¿Estoy en la lista? ¿Puede revisar bien?”. Ahí estaba; y tuve que firmar, porque si no lo hacía me despedían sin ningún beneficio.
Fue uno de los golpes más fuertes de su vida.
¡No! Ha sido uno de los golpes que he recibido a lo largo de los años. Ahora que estoy más grande, no pienso que haya sido uno de los más fuertes.
¿No pensó que se le venía el mundo encima?
Me sentí bastante mal…
Usted y su marido se quedaron sin empleo; tenían una hija.
Nos acabábamos de mudar de Chimbote a Lima, no teníamos más que un pequeño departamento. Eso y mi profesión, era todo lo que tenía.
¿Fueron bien indemnizados?
No. Eso no sirvió ni para colocar un negocio. Lloré mucho. Me sentía defraudada. Pero me paré. No sé cómo, pero ese mismo día, dije: “No puedo tirarme a llorar. ¡Tengo que continuar!”.
Y al día siguiente creó Prorecove.
Y al día siguiente creé Prorecove.
Eran usted, su esposo y un empleado, en el quinto piso de un edificio.
En mi departamento, que durante el día se convertía en mi oficina y, por la noche, volvía a ser mi casa.
¿Cómo entenderlo? Venderían fierro y no tenían stock ni depósito.
¡No tenía nada!
Bueno, tenía conocimientos y una trayectoria de honestidad.
Es verdad: tenía valores; y la fuerza interior para salir adelante y apoyar a todos los ferreteros –pequeños, de provincias- que veía cómo no eran considerados ni incluidos en las negociaciones ni en los descuentos. Veía cómo se quedaban con su dinero. Recuerdo a la señora América Bautista, que llegaba desde Ayacucho, con sus polleras, llorando: “¡Pero si yo he depositado para que me lleven fierro!”. Se trataba de mil, dos mil, tres mil dólares; y yo decía: “Vamos a revisar”; ¡y ahí estaban! ¿Qué pasaba cuando nadie iba a reclamar?
Como ninguneaban los pedidos pequeños, atendían solo los de las grandes empresas, reunió a los pequeños para que juntos hagan pedidos atractivos. Así, los ninguneados pasaron a ser clientes A1.
¡Claro! Les decía que se unan para que además puedan acceder a ofertas, porque estas eran a partir de la compra de 500 toneladas. “¿Usted no nos puede juntar?”, me decían. Pregunté a la Dirección y me dijeron que sí podía, y me convertí en su enlace. Quedaban muy agradecidos.
¡Ahí está la clave! Forjó una imagen positiva ante ellos.
Y fortaleciendo siempre la honestidad, porque no les cobraba ni un centavo por hacerlo. Mi objetivo era beneficiarlos.
Y cuando estuvo en apuros, esa gente se la jugó por usted y Prorecove.
Muchos. Se pasaban la voz: “Hablen con la señora”. Fue un boca a boca, eso hizo que creciéramos. El bastión de la empresa en un principio fue Ayacucho, que entonces era una población olvidada, en una situación muy difícil.
Creían en usted.
Es que, si no eres honesto, ¡mueres! Me depositaban ¡30 mil dólares! Y, de eso, me quedaba con un dólar de comisión. Me asustaba: de pronto, en mi cuenta había 120 mil dólares que habían sido depositados por cuatro, cinco, seis personas; y de todo eso, me quedaba con seis dólares. Era tal la honestidad que veían en mí.
Como no tenían almacén, sus mismos clientes les ofrecían los suyos.
Así es. Como también tenía clientes en Lima, les decía: “Me va a llegar un poco de fierro, ¿te lo puedo encargar?”; y me lo guardaban.
Por cada operación usted cobraba un dólar.
Por eso digo que esta empresa se ha hecho dólar a dólar. Compraba un tráiler de fierro y, por cada tonelada, cobraba un dólar.
Suena poco.
Hoy se ganan US$30 por tonelada, que tampoco es mucho. La rentabilidad que tiene el fierro es pequeña, pero su alta rotación hace que alcances una situación como la que hemos alcanzado.
No fueron los únicos ex SiderPerú que optaron por agrupar pedidos. Sin embargo, la competencia fue cayendo.
Exacto. Al principio, fuimos diez. A los dos, tres meses, fueron desapareciendo.
¿Cómo lo explica?
Es que yo soy persistente.
¿De dónde le viene?
Desde pequeña, me trazaba una meta y la seguía, seguía y seguía. Me caía, y volvía hasta que lo conseguía. Una vez me jalaron en Geografía; tenía 9 años y no me sabía todas las provincias del Perú. Me jalaron, yo no podía permitir que a mí me pase eso (ríe)…
Fruto de su persistencia, tras haber sido despedida e iniciar su propia empresa, hoy factura millones de soles.
Puedo decir con orgullo que tributamos al Estado, que aportamos al país. Tenemos 60 trabajadores, este año hemos hecho por primera vez distribución de dividendos. Para nosotros ha sido un acto ¡histórico!
No lo disfrutaría de no haber sido despedida.
Sí. De una situación negativa, salió otra que no me esperaba. Esto ha sido consecuencia del deseo de querer salir adelante y de creer en uno mismo. ¡Eso! Primero, tienes que creer en ti, en esa fuerza que tú tienes. Porque si lo hiciste bien adentro (como empleada), ¿por qué no lo puedes hacer afuera?
A veces, la vida tiene que golpearnos para recién darnos cuenta, ¿no?
¡Exacto!
¿Por qué? ¿Cuál es el problema? ¿La comodidad?
Sí, nos gusta el confort.
Como empleada era una profesional esforzada, ¿cuán diferente es la Margoth empresaria?
La diferencia está en que me he nutrido de la gente que trabaja conmigo. El capital humano que está mirándote como líder, te alimenta. También hay gente que te decepciona. Algo que me ha ayudado y me va a ayudar hasta el día de mi muerte es el adquirir conocimientos. No puedo creer que con lo que ya sé, se acaba todo. Fui a California, visitamos Google, Silicon Valley.
Ha estudiado en Harvard.
Hice un curso de Negociación. A California fui para hacer una semana de inmersión académica en las mejores empresas del mundo, porque hay que saber de tecnología, innovación, procesos…
No bastan las ganas.
No, es necesario el conocimiento. Cuando creces, las cosas cambian, ya no puedes controlarlas. Debes incorporar procedimientos, indicadores. ¡Tienes que seguir aprendiendo!
Su hija tenía 6 años cuando la despidieron, los ha visto crecer, cómo este local les quedó chico y cómo han abierto otro en Naranjal.
Tenemos dos depósitos en Naranjal. Mi hija dice que debería dejar de trabajar (ríe)… Este negocio nos ha dado muchas cosas buenas.
Y, lo más rico, imagino que no ha sido el solo hacer plata.
¡Bajo ningún punto de vista! La satisfacción más grande de un empresario es tener gente a la que puede transmitirle conocimientos, ayudar a ser mejor persona.
Ha sufrido varias caídas: el robo de un camión…
Con 32 toneladas de fierro. Eso fue el 2008. El 2009 sufrí otro robo: vino una señora de Huacho, que comenzó a comprarnos fierro durante todo el año y en diciembre nos dio la estocada. Una constructora me debe cien mil dólares…
¿Cómo lo enfrenta?
Tienes que mirar para adelante.
Como empleada no habría tenido esos problemas.
No, pero la vida es una constante lucha, hay que salvar los problemas. Tienes que estar siempre pensando en desarrollarte y crecer. De lo contrario, ¡te adormeces! El empleado recibe su dinero a fin de mes, el empresario tiene que pensar todos los días en ¡cómo generar! Tienes tantas responsabilidades, ¡no puedes parar!
¿Sus padres han podido ver su evolución?
No. Murieron cuando aún trabajaba en SiderPerú, pero deben estar sumamente contentos.