¡Cómo pudiese ser esta una página inacabable! Así podría albergar todas las peripecias -habidas y por haber- de los doctores Bola Roja. Peripecias que no son más que un sancochado de trabas, sudor y sonrisas. Las trabas son un obsequio del Estado y de los empresarios, del sudor se encargan los ‘bolis’ y, de mostrar los dientes, los centenares de niños que en los hospitales ahora tienen mayor predisposición a sanar gracias al indoblegable amor que Wendy Ramos tiene por su oficio: ser una clown de hospital.
Lo suyo es una empresa. “Si tú lo dices”. Sí, y usted lo sabe: Hacer empresa no está asociado únicamente con hacer dinero.
¿De qué vive?
De qué malvivo… Doy talleres de clown. Básicamente, de eso; acá y afuera. La próxima semana me voy a dictar uno en Colombia. En Chile te pagan mucho mejor, también voy para allá.
Aquí, en un principio se creyó que ser clown era reírse de uno mismo. Sin embargo, es mucho más. Usted le ha encontrado otro uso a su nariz roja.
Partamos de burlarse de sí mismo. Ese es un concepto que aprendí en Pataclaun. Cuando me salí de ahí, hice un re-start (reinicio), porque ser clown no es necesariamente burlarse de uno mismo. Hay mil formas de ser clown, y lo que hacíamos en Pataclaun era más el modelo argentino, en base a un taller que había tomado la directora. Yo he hecho talleres en mil sitios, he buscado a los maestros más diferentes para encontrar mi manera de ser clown.
Hizo talleres en México, España, Brasil.
Busqué a los top: Phillipe Gaulier, Eric Bont… He tomado bastantes talleres, de distintas ópticas, y en ninguno encontré: Yo me burlo de mí. Encontré: Esto es lo mejor que yo puedo ser. ¿Qué es ser lo mejor que puedo ser? Ser sincero, porque siéndolo se va a notar lo que tú eres en realidad: envidioso, mala onda, chévere, ¡lo que sea! Ahora, no niego que lo otro funcione; sino ¿por qué Pataclaun fue tan fuerte? Eso tiene que ver con el tipo de humor del peruano, que es de burla.
Nos gusta reírnos del otro.
¡Vamos a reírnos todos de él! Si yo me hubiese enterado de que existían los clown de hospital mientras hacía Pataclaun, no lo hubiera hecho más; porque para mí no tiene sentido. No voy a ir a un hospital a reírme de un niño para lograr que otros niños se rían.
Entonces no sabía de otros grupos ni de qué tendencias había. ¡Nada! Al salir, recién me enteré de que existía Patch Adams (el clown estadounidense que creó la risoterapia), y de repente comencé a recibir señales. Me subí a un ómnibus en México y pasaron la película de Patch Adams; llegó una amiga y “he visto una página de clowns bien bacán”, entro y era una página de clowns de hospital; de ahí, otra: “¡Hey! En Chile está Patch Adams, ¿por qué no vienes?”; y, en la noche, otra me manda un e-mail: “Me han invitado a una cena con Patch Adams, ¡escríbele una carta y se la doy!”. Entonces, le escribí una carta y le dije que me dejara de perseguir, por favor (ríe)… Porque todo eso ocurrió en el lapso de un mes, y él me envió un par de libros. Yo no había trabajado para niños ¡nunca! Había muchas cosas que me asustaban.
Sin conocerla, él le regaló libros.
Y comencé a contarle de mis miedos y él me animaba: “Llévate a tus alumnos a la calle. ¡Solo por el placer de hacerlo!”. ¿Por el placer de hacerlo? ¡Qué paja! Le dije a mis alumnos. Fue divertidísimo.
¿Cómo así decidió ser clown de hospital?
Escribí a una web de clowns. Pregunté si alguien sabía qué era eso de clown de hospital y me respondió un director de Pupaclown, de España. Le hice 80 preguntas. “¿Por qué mejor no vienes?”. Fui, vi cómo trabajaban en el hospital y volví y comencé.
No es solo ir y hacer reír a los niños, hay que prepararse.
Claro. Además, hay todo un código deontológico del clown de hospital, que rige en el mundo. Es una cosa seria. Hay libros que leer, materiales, psicología… Y ya, pues, regresé y le pedí a Gonzalo (Torres) que me acompañara. Nos presentamos al Hospital del Niño y al de Neoplásicas. Solo el del Niño aceptó el proyecto.
Siendo una clown, ¿cómo hizo para ser tomada en serio?
Hablé con la directora. No lo entendió muy bien, pero me dijo: “¿Qué tal si hacemos la prueba?”. “Perfecto, porque si veo que solo es un entretenimiento, no me interesa”, le dije.
Se estaba jugando su destino: dedicarse a esto no le iba a significar mayor reconocimiento económico.
En un momento pensamos que sí, porque en otros países los clown de hospital reciben muchas donaciones. En Brasil, los Doctores de la Alegría tienen un súper edificio; en Holanda, tranquilamente podrían mantenernos a nosotros y a diez grupos más de Sudamérica. Aquí, es otra cosa.
¿Qué pasa?
Lo nuestro no es tangible. Voy a un banco y no tengo ‘nada’ a cambio que darle; porque lo que damos va al interior de las personas, y eso acá no tiene mucho valor. Además, el público con el que trabajamos no les interesa a las empresas. Nos dicen: “Bacán, pero esos niños no van a comprarnos cosas”.
Pero en el Perú hay grandes empresas, muchas invierten en temas sociales. ¿Cuántas puertas ha tocado?
La verdad, no muchas. Soy muy mala para pedir dinero. Ni bien me siento y me salen con que: “Te doy, pero a cambio de tal cosa… Te doy globos con mi logo para que se los regales a los niños”; ahí se me paran los pelos. Ahí me doy cuenta de que no me han entendido nada, porque no me voy a pasar una hora explicándote de qué se trata, para que me digas: “Te doy globos con mi publicidad”. La mayoría de empresas quiere eso: Publicidad gratis.
¿No existe la generosidad?
La he encontrado en cosas muy puntuales. Ahora que hemos estado en Iquitos, el Ministerio de Salud puso a nuestro servicio una persona que fue una maravilla; la Marina nos dio un bus y un barco para que lleguemos a los sitios que teníamos que ir, a cambio de nada. Nos dijeron que, si podíamos, fuésemos a ver a los soldaditos. ¡Mostro! Esa iba a ser una experiencia nueva y fue increíble.
O sea que han recibido más apoyo estatal que de la empresa privada.
Sí. En Bola Roja, las dos únicas personas que ganan un sueldo son el vigilante –que también hace la limpieza- y la secretaria. Los demás, incluso gastarnos, porque compramos los juguetes que llevamos al hospital, las batas las llevamos a la lavandería, gastamos en transporte… Aduanas nos donó una camioneta, ¡que el SAT nos hizo prácticamente pagar! Todo es trabas, trabas, trabas (ríe)…
¿Tiene tiempo para indignarse?
Sí, un rato… Es que, realmente, Bola Roja funciona por las ganas de todos nosotros. Con Patch (Adams) también fue así. “Oye, ¿y si vienen?”. “Ya, voy y doy una conferencia”. ¡Guau! Y salió lindo. “Ya, ¿y ahora a dónde vamos a ir a ‘clauniar’ (hacer de clown)?”. “Qué, ¿quieres ‘clauniar’?”. “Claro, aprovéchenme, ¡exprímanme!”; y lo llevamos al Hospital de Cantolao y encontró que nuestro trabajo era del mismo tipo que el que hace él. “Consíguete un bus y el año que viene nos vamos por donde tú quieras”. “Ya, ¡yo consigo el financiamiento!”. Y por supuesto que jamás lo conseguimos. Le dije que ya no venga, pero, igual, Patch vino con otros clowns. Ellos mismos se pagaron sus pasajes, su hotel, su alimentación; pagaron la mitad del bus y nos fuimos al Cusco, a Arequipa y a Abancay.
Las dificultades son muchas, pero no veo ningún atisbo de que esté a punto de tirar la toalla.
Una vez, sí. Una empresa nos estuvo ayudando durante año y medio, hasta que el cheque que debía salir un día, tardó una semana, un mes y, cuando se acumularon tres meses y teníamos a toda la gente esperando, nos dijeron: “Ya no”. Nos dejaron con tres meses de deudas. En ese momento sí me provocó tirarla toalla. Éramos 40 ‘bolis’ en emergencia. Entonces, como teníamos cosas que nos habían sobrado de la campaña pasada en el Jockey Plaza, las repartimos, vendimos y, con esa plata, pagamos los meses de alquiler y otras cosas. Claro, en ese momento dices: “¡Auxilio!”; pero, las cornetas vuelan contra el viento. De repente no sería tan divertido si no hubiese tantas trabas.
Suena trillado, pero su recompensa es la sonrisa de los niños.
Sí, porque yo no puedo creer que sigamos andando después de cuatro años, y andando bien.
Bola Roja no generará dinero, pero, al lado suyo, Dionisio Romero es una zapatilla.
(Ríe)… Yo soy la zapatilla de Romero, ¡los pasadores! Esto es duro, pero es rico.
LA FICHA
Nombre: Wendy Ramos Rey.
Colegio: Santa Joaquina de Vedruna. Hoy, Cristo Rey.
Estudios: Comunicadora social de la Universidad de Lima, especializada en medios de comunicación. Tras haberse iniciado en el mundo del clown con Pataclaun, realizó múltiples talleres -en distintas partes del mundo- hasta especializarse en clown de hospital.
Edad: 38 años.
Cargo: Presidenta de la Asociación Bola Roja.